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JOSÉ MARÍA ARGUEDAS



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EL INDIGENISMO

CARACTERÍSTICAS

- Exalta la figura del indio y sus valores.

- Temática social - realista en la que el hombre lucha por la justicia.

- El indio es un personaje que simboliza un pueblo, una raza, una tradición y un espíritu.

- Se introducen vocablos indígenas.

- Los autores cultivan el cuento, la novela, el ensayo.


REPRESENTANTES

A) PERÚ
- Enrique López Albújar ( Matalache – Cuentos andinos)
- José María Arguedas (Los ríos profundos)
- Ciro Alegría – El mundo es ancho y ajeno

B) ARGENTINA
Jorge Luis Borges (El Aleph)

C) VENEZUELA
Rómulo Gallegos  (Doña Bárbara)

D) GUATEMALA
Miguel Ángel Asturias (Hombres de maíz /Señor Presidente)

E) MÉXICO
Juan Rulfo (Pedro Páramo)





 JOSÉ MARÍA ARGUEDAS


PRIMEROS AÑOS
- Nació el 18 de enero de 1911 en Andahuaylas, Perú.
- Es considerado como uno de los tres grandes representantes de la narrativa indigenista en el Perú, junto con Ciro Alegría y Manuel Scorza.

- Su labor como antropólogo e investigador social influyó en su trabajo literario. Se debe destacar su estudio sobre el folclore peruano, en particular de la música andina; al respecto tuvo un contacto estrechísimo con cantantes, músicos, danzantes de tijeras y diversos bailarines de todas las regiones del Perú. Su contribución a la revalorización del arte indígena, reflejada especialmente en el huayno y la danza, ha sido muy importante.

- Fue además traductor y difusor de la literatura quechua, antigua y moderna, ocupaciones todas que compartió con sus cargos de funcionario público y maestro.

- Era de una familia mestiza y acomodada, quedó huérfano de madre a los dos años de edad.  - Su padre al ser removido de su cargo volvió a ocupar su cargo de abogado litigante y viajero.
- Esta etapa de la vida del niño José María estuvo marcada por la difícil relación que sostuvo con su madrastra y con su hermanastro Pablo Pacheco. Aquella sentía por su hijastro un evidente desprecio, y constantemente lo mandaba a convivir con los criados indígenas de la hacienda, de la cual solo lo recogía a la llegada de su padre.

- El hermanastro lo maltrataba física y psicológicamente e incluso en una ocasión le obligó a presenciar la violación de una de sus tías, que era a la vez la mamá de uno de sus compañeritos de escuela (losescoleros mencionados en varios de sus cuentos). Al parecer, esa fue sólo una de las tantas escenas sexuales que fue obligado a presenciar, ya que el hermanastro tenía muchas amantes en el pueblo. La figura de este hermanastro habría de perdurar en su obra literaria personificando al gamonal abusivo, cruel y lujurioso. Sobre aquel personaje diría Arguedas posteriormente:

Cuando llegó mi hermanastro de vacaciones, ocurrió algo verdaderamente terrible (...) Desde el primer momento yo le caí muy mal porque este sujeto era de facciones indígenas y yo de muchacho tenía el pelo un poco castaño y era blanco en comparación con él. (...) Yo fui relegado a la cocina (...) quedaba obligado a hacer algunas labores domésticas; a cuidar los becerros, a traerle el caballo, como mozo. (...) Era un criminal, de esos clásicos. Trataba muy mal a los indios, y esto sí me dolía mucho y lo llegué a odiar como lo odiaban todos los indios. Era un gamonal (cacique de pueblo).

- Algunos, sin embargo, consideran que el supuesto maltrato de la madrastra fue una ficción.

- A mediados de julio de 1921 José María se escapó de la casa de la madrastra junto con su hermano Arístides, que había retornado de Lima; ambos fueron a la hacienda Viseca, propiedad de su tío Manuel Perea Arellano, situada a 8 km de San Juan de Lucanas. Allí vivió durante dos años, en ausencia del padre, conviviendo con los campesinos indios a quienes ayudaban en las faenas agrícolas. De dos campesinos guardaría un especial recuerdo: don Felipe Maywa y don Víctor Pusa. Para José María fueron los años más felices de su vida.


ADOLESCENCIA Y JUVENTUD
- En 1923 abandonó su retiro al ser recogido por su padre, a quien acompañó en sus frecuentes viajes laborales, conociendo más de 200 pueblos. Pasaron por HuamangaCuzco y Abancay. En esta última ciudad ingresó como interno en el Colegio Miguel Grau de los Padres Mercedarios, cursando el quinto y sexto grado de primaria, entre 1924 y 1925, mientras su padre continuaba su vida itinerante y su hermano Arístides seguía su educación en Lima. Esta etapa de su vida quedó conmovedoramente plasmada en su obra maestra, Los ríos profundos.

 - Se licenció en Literatura, y posteriormente cursó Etnología.
- En 1933 publicó su primer cuento, «Warma kuyay», publicado en la revista Signo. En 1935 publicó Agua, su primer libro de cuentos.

- En 1937 fue apresado por participar en las protestas estudiantiles contra la visita del general italiano Camarotta, jefe de una misión policial de la Italia fascista. Eran los días de la dictadura de Óscar R. Benavides. Fue trasladado al penal «El Sexto» de Lima, donde permaneció 8 meses en prisión, episodio que tiempo después evocó en la novela del mismo nombre.

ÚLTIMOS AÑOS
- En 1952 hizo un largo viaje con su esposa Celia por la región central andina, recopilando material folclórico
- A partir del intento de suicidio, su vida ya no volvió a ser la misma. Se aisló de sus amigos y renunció a todos los cargos públicos que ejercía en el Ministerio de Educación.
- Agobiado por conflictos emocionales, puso fin a sus días disparándose un tiro en la cabeza.

- El 28 de noviembre de 1969 se encerró en el baño de dicha universidad y se disparó un tiro en la cabeza, a causa del cual murió, después de pasar cinco días de penosa agonía (2 de diciembre de 1969). El mismo día del disparo fatal, le había escrito lo siguiente a su esposa Sibyla:

¡Perdóname! Desde 1943 me han visto muchos médicos peruanos, y desde el 62, Lola, de Santiago. Y antes también padecí mucho con los insomnios y decaimientos. Pero ahora, en estos meses últimos, tú lo sabes, ya casi no puedo leer; no me es posible escribir sino a saltos, con temor. No puedo dictar clases porque me fatigo. No puedo subir a la Sierra porque me causa trastornos. Y sabes que luchar y contribuir es para mí la vida. No hacer nada es peor que la muerte, y tú has de comprender y, finalmente, aprobar lo que hago.


OBRA LITERARIA
- La producción intelectual de Arguedas es bastante amplia y comprende unos 400 escritos
- Introdujo en la literatura indigenista una visión interior más rica e incisiva. La cuestión fundamental que se plantea en sus obras es la de un país dividido en dos culturas (la andina de origen quechua y la urbana de raíces europeas), que deben integrarse en una relación armónica de carácter mestizo.

- Su obra narrativa refleja, descriptivamente, las experiencias de su vida recogidas de la realidad del mundo andino.

PRINCIPALES OBRAS

- EL SEXTO: Sexto refleja la experiencia que tuvo en la cárcel.


 - YAWAR FIESTA

 

- AGUA: Es una colección de cuentos.


- DIAMANTES Y PEDERNALES


- LOS RÍOS PROFUNDOS: Es considerada su obra maestra y es autobiográfica.





ACTIVIDAD PARA EL MIÉRCOLES 31 DE OCTUBRE


A. Pega la imagen del autor y realiza un organizador visual.
B. Lee el argumento de la obra "Los ríos profundos y responde"

1. Explica en un cuadro de doble entrada la parte que es autobiográfica y en qué escena de la obra se refleja.
2. Menciona adjetivos básicos de los siguientes personajes:
El viejo, Ernesto, Antero
3. ¿Cómo inicia la obra?
4. ¿De qué trata el capítulo V?
5. Pega la imagen del zambayllu y qué dice la obra sobre él?
6. ¿De qué trata el capítulo VII?
7. Resume con guiones el capítulo VIII y IX
8. Capítulo XI: ¿Por qué discute Ernesto con sus compañeros?, ¿qué enfermedad llega y cuál es el final de la Opa?
9. ¿Cómo termina la obra?
10. ¿Qué te llamó la atención de la obra y por qué?

(Si gustas puedes añadirle las otras imágenes. Recuerda lo que dice Platón, debes salir de tu cueva).


"LOS RÍOS PROFUNDOS"

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¿QUÉ LE INSPIRÓ A ESCRIBIR ESTA OBRA?
Después de lo sufrido con su madrastra y hermanastro fue recogido por su padre, a quien acompañó en sus frecuentes viajes laborales, conociendo más de 200 pueblos. Pasaron por HuamangaCuzco y Abancay. En esta última ciudad ingresó como interno en el Colegio Miguel Grau de los Padres Mercedarios, cursando el quinto y sexto grado de primaria, entre 1924 y 1925, mientras su padre continuaba su vida itinerante y su hermano Arístides seguía su educación en Lima.

Esta etapa de su vida quedó conmovedoramente plasmada en su obra maestra, Los ríos profundos:

ÉPOCA
Teniendo en cuenta que se trata de una novela de corte autobiográfico, la época en que está ambientada la narración es la década de 1920, fue el año de 1924 en que Arguedas estudió el quinto de primaria en el colegio Miguel Grau de Abancay, dirigido por los padres mercedarios.


ESCENARIOS
- El 70 % de la acción de la novela transcurre en la ciudad de Abancay.
- Otros escenarios son mencionados en los dos primeros capítulos de la novela: el Cuzco y diversas ciudades costeñas y serranas del sur y centro del Perú, lugares que Ernesto, el protagonista, recorre acompañando a su padre antes de instalarse en Abancay.


PERSONAJES
Ernesto, el protagonista-narrador, es un muchacho de 13 años que se encuentra entre dos mundos, el de los hacendados explotadores y el de los indios maltratados.

El Viejo, de nombre don Manuel Jesús, es el tío de Ernesto. Terrateniente poderoso, dueño de cuatro haciendas en el valle del Apurímac, prepotente y avaro, representa el mundo hostil, ese sistema socioeconómico explotador al que por primera vez se ve enfrentado Ernesto. El Viejo aparece al principio de la novela, alojado en una casona del Cuzco; al final de la novela vuelve a ser mencionado, pues a una de sus haciendas es enviado Ernesto tras la irrupción de la peste en Abancay.

Los alumnos del colegio.- En el colegio religioso de Abancay existían dos tipos de alumnos: los externos y los internos. Ernesto es interno, en dicho ambiente entrará en contacto con adolescentes y jóvenes que repiten los mismos esquemas de los poderosos y que cometen las mismas injusticias sociales. En la obra se mencionan a los siguientes alumnos:

Añuco, Amigo y cómplice del Lleras en continuas mataperradas, su rabia era una manera de expresar su tristeza. Al final, luego de la huida de Lleras, se amista con sus compañeros, y los padres lo trasladan al Cuzco, para que siguiera la carrera religiosa.

Lleras, interno, era huérfano como el Añuco, y a la vez el más altanero y abusivo de todos los alumnos, aprovechando la ventaja que le daba tener más edad y fuerza que el resto. Muy malo en los estudios, sin embargo compensaba con su habilidad en los deportes.

Al final, agrede a uno de los religiosos y es castigado terriblemente. Huye del colegio y luego del pueblo, junto con una mestiza y no se supo más de él. Los rumores decían que había fallecido en su viaje de huida y que su cuerpo había sido arrojado al río.

Ántero Samanez, externo, apodado el Markask’a o el «marcado», por sus lunares en el rostro, era un chico de cabellos rubios muy encendidos por lo que también le apodaron el «Candela».

Al principio se hizo amigo de Ernesto, cuando llevó al colegio un juguete nuevo, el zumbayllu o trompo, al cual, conforme a la mentalidad andina, atribuía propiedades mágicas. Ambos, Ántero y Ernesto, son opuestos a Lleras y al Añuco, y por lo tanto, a la violencia. Sin embargo, conforme avanza la novela, las diferencias entre ellos se tornan evidentes y esto origina un alejamiento.

«El Peluca», interno, un joven de 20 años, muy corpulento, aunque cobarde y de mirada lacrimosa. Le dieron ese apodo porque era hijo de un peluquero. Se destacaba por su obsesión enfermiza hacia una mujer demente, la opa Marcelina, a quien asaltaba en los excusados y la obligaba a tener relaciones sexuales. Al fallecer Marcelina, enloqueció, profiriendo aullidos, y sus familiares tuvieron que sacarlo del colegio atado de pies y manos.

Palacitos, apodado también como el «indio Palacios», era el interno más menor y humilde, y el único proveniente de una comunidad indígena.

Chauca, rubicundo y delgado, es otro de los que tenían una obsesión enfermiza por la opaMarcelina, aunque, a diferencia del Peluca, siente remordimientos y trata de domeñar sus deseos. Una vez es descubierto azotándose.
Rondinel o el Flaco, alumno que se hacía notar por su extrema delgadez. Reta a una pelea a Ernesto pero enseguida se amistan.
Romero, aindiado, alto y delgado, el atleta del grupo, campeón imbatible en salto y otras disciplinas deportivas. También era hábil tocador del rondín (armónica) y cantor de huaynos. Defiende a los más débiles de los abusos del Lleras y el Añuco.

La opa Marcelina, joven mujer demente, blanca, baja y gorda, que había sido recogida por   uno de los Padres y colocada como ayudante en la cocina. Se convierte en una especie de símbolo del pecado, pues los internos mayores suelen buscarla por las noches para forzarla a tener relaciones sexuales. Fallece víctima de la epidemia de tifo.

Los Padres del Colegio. Son los religiosos que dirigen la institución educativa:

El Padre Linares, director del Colegio, ya anciano, de cabellos blancos, que tenía fama de santidad en todo Abancay.
El padre Cárpena, alto y fornido, aficionado a los deportes.
El hermano Miguel, afroperuano, era oriundo de Mala, en la costa central peruana. Los alumnos irrespetuosos le llaman despectivamente «negro».

Doña Felipa, es cabecilla de las chicheras que se amotinan reclamando el reparto de la sal al pueblo. Es una mujer robusta, de voluminosos senos y anchas caderas, con el rostro picado de viruela. Ernesto la admira por su coraje, fuerza y sentido de justicia. Luego del motín, huye llevándose consigo un fusil y logra burlar la persecución de las fuerzas del orden. Gracias a ella, Ernesto comprueba que la reivindicación social es posible.

Salvinia, chica de 12 años, delgada, de piel morena y de ojos rasgados y negros. Es la enamorada de Ántero. Vivía en la avenida Condebamba, una alameda o amplia calle abanquina sembrada de moreras. Ernesto nota que sus ojos son del color del zumbayllu (trompo mágico) al momento de girar.

Alcira, amiga de Salvinia, de su misma edad. Vivía camino de la Plaza de Armas a la planta eléctrica. Cuando Ernesto la ve por primera vez, le encuentra un gran parecido con Clorinda, una jovencita del pueblo de Saisa, de quien en su niñez se había enamorado y de la que nunca más volvió a saber.

RESUMEN POR CAPÍTULOS
CAPÍTULO I: EL VIEJO
El relato empieza cuando el narrador (Ernesto) cuenta su llegada al Cusco, acompañando a su padre Gabriel, quien era abogado y viajaba continuamente buscando dónde ejercer su profesión. En la antigua capital de los incas visitan a un pariente rico al que conocen como El Viejo, para solicitarle alojamiento y trabajo, pero este resulta ser un tipo avaro, hosco y con fama de explotador, por lo que deciden abandonar la ciudad y buscar otros rumbos. Pero antes pasean por la ciudad.

Ernesto se deslumbra ante los majestuosos muros de los palacios de los incas, cuyas piedras finamente talladas y perfectamente encajadas le parecen que se mueven y hablan. El Viejo tenía su sirviente indio o pongo, símbolo de la raza explotada. Ernesto no puede contener el desagrado que le produce el Viejo y lo saluda secamente.

CAPÍTULO II: LOS VIAJES
En este capítulo el narrador relata los viajes de su padre como abogado itinerante por diversos pueblos y ciudades de la sierra y de la costa, viajes en los que le acompaña desde muy niño. Cuenta anécdotas curiosas que les toca vivir a ambos en algunos pueblos. Llegan por ejemplo a un pueblo cuyos niños salían al campo a cazar aves para que no causaran estragos en los trigales.

En otra ocasión llegan a Huancayo, donde casi se mueren de hambre pues sus habitantes, que odiaban a los forasteros, impidieron que los litigantes (clientes) fueran a verles. Otros viajes fueron a Yauyos, Huamanga, etc.

CAPÍTULO III: LA DESPEDIDA
Cuenta el narrador cómo su padre le promete que sus continuos viajes acabarían en Abancay. Allí su padre no tiene éxito como abogado por lo que tiene que seguir viajando y deja a Ernesto como interno en el colegio de los padres mercedarios. El director era el Padre Linares.


CAPÍTULO IV: LA HACIENDA
En este capítulo el narrador cuenta la vida de los indios de la hacienda colindante a Abancay, Patibamba, a donde solía ir los domingos tras salir del internado, pero a diferencia de los indios con quienes había pasado su niñez, estos parecían muy huraños y vivían encerrados. Relata también las misas oficiadas por el Padre, y como éste predicaba el odio hacia los chilenos y cómo elogiaba a la vez a los hacendados, a quienes calificaba como el fundamento de la patria, pues eran, según su juicio, los pilares que sostenían la riqueza nacional y los que mantenían el orden.

CAPÍTULO V: PUENTE SOBRE EL MUNDO
El título de este capítulo alude al significado del nombre quechua de Pachachaca, el río cercano a Abancay, sobre el cual los conquistadores españoles construyeron un puente de piedra y cal que hasta hoy sobrevive. Con la esperanza de poder encontrar a algún indio colono de la hacienda, Ernesto aprovecha los domingos para visitar Huanupata, el barrio alegre de Abancay, poblado de chicherías, arrabal pestilente donde también se podían encontrar mujeres fáciles. Para su sorpresa no encuentra a ninguno de los colonos.

Luego pasa a describir la vida en el internado; en primer lugar cuenta como el Padre organizaba a los alumnos en dos bandos, uno de «peruanos» y otro de «chilenos» y lo hacía enfrentar en el campo, a golpes de puño y empellones, como una manera de «incentivar» el espíritu patriótico. Luego menciona a los alumnos, refiriendo sobre sus orígenes y características: el Lleras y el Añuco, que eran los más abusivos y rebeldes de los alumnos; el Palacitos, el de menor edad, y a la vez el más tímido y débil de todos; el Romero, el Peluca y otros más.

Se menciona a una joven demente, la opa Marcelina, que era ayudante en la cocina y que solía ser desnudada y abusada sexualmente por los alumnos mayores, sobre todo por el Lleras y el Peluca.

CAPÍTULO VI: ZUMBAYLLU
Esta vez Ernesto relata como uno de los alumnos, el Ántero o Markask’a, rompe la monotonía de la escuela al traer un trompo muy peculiar al cual llaman zumbayllu, lo que se convierte en la sensación de la clase. Para los mayores solo se trata de un juguete infantil pero los más chicos ven en ello un objeto mágico, que hace posible que todas las discusiones queden de lado y surja la unión.

Ántero le regala su zumbayllu a Ernesto y se vuelven desde entonces muy amigos. Ya con la confianza ganada, Ántero le pide a Ernesto que le escriba una carta de amor para Salvinia, una chica de su edad a quien describe como la niña mas linda de Abancay.

CAPÍTULO VII: EL MOTÍN
- Ernesto le entrega a Ántero la carta que escribió para Salvinia; Ántero la guarda sin leerla.
- Ernesto le cuenta que en el comedor se retó con Rondinel a pelearse y gracias a Ántero los logra amistar sin pelearse.
- Al mediodía escuchan una gritería en las calles y divisan a un tumulto conformado por las chicheras del pueblo. Algunos internos salen por curiosidad, entre ellos Ántero y Ernesto, que llegan hasta a la plaza, la que estaba copada por mujeres indígenas que exigían que se repartiera la sal, pues a pesar de que se había informado que dicho producto estaba escaso, se enteraron que los ricos de las haciendas las adquirían para sus vacas.

Encabezaba el grupo de protesta una mujer robusta llamada doña Felipa, quien conduce a la turba hacia el almacén, donde encuentran 40 sacos de sal cargados en mulas. Se apoderan de la mercancía y lo reparten entre la gente. Felipa ordena separar tres costales para los indios de la hacienda de Patibamba. Ernesto la acompaña durante todo el camino hacia dicha hacienda, coreando los huaynos que cantaban las mujeres. Reparten la sal a los indios, y agotado por el viaje Ernesto se queda dormido.

- Ántero, le cuenta que el Padre Linares estaba furioso por su ausencia y regresa al colegio.

CAPÍTULO VIII: QUEBRADA HONDA
Ya en el colegio Ernesto es llevado por el Padre a la capilla. Luego de azotarlo el Padre le interroga severamente. Ernesto se atreve a responderle que solo había acompañado a las mujeres para repartir la sal a los pobres. El Padre le replica diciéndole que aunque fuese por los pobres se trataba de un robo. Finalmente castiga a Ernesto prohibiéndole sus salidas del domingo.

 Al día siguiente Ernesto acompaña al Padre al pueblo de los indios de la hacienda. El Padre se sube a un estrado y empieza a sermonear a los indios en quechua. Les dice que todo el mundo padece, unos más que otros, pero que nada justifica el robo, que el que roba o recibe lo robado es igual condenado. Pero se alegraba que ellos hubieran devuelto la mercancía y que ahora la recibirían en mayor cantidad. Ante esta prédica ardiente las mujeres rompen en llanto y todos se arrodillan. Terminada su prédica, el Padre ordena a Ernesto volver al colegio, mientras que el se quedaría a dar la misa.

En el internado ante un bullicio se enteran que el Lleras había primero empujado al hermano insultándole soezmente, solo porque le había marcado un foul en el juego; en respuesta el hermano le dio un puñetazo tumbándolo al suelo.

El hermano Miguel se amista con los alumnos y al acercarse al Lleras, éste le hace un gesto de repulsión y se corre a esconderse. No lo vuelven a ver más; después supieron que aquella misma noche huyó del colegio con una mestiza.

CAPÍTULO IX: CAL Y CANTO
A la ciudad llega un regimiento de soldados para reprimir a las indias revoltosas. Los soldados ocupan las calles y plazas. Instalan el cuartel en un edificio abandonado. Ernesto pide al Padre que lo dejara regresar donde su papá, pero el Padre se niega, dándole permiso en cambio para salir el sábado a la ciudad, con el Ántero.

Las chicheras capturadas son azotadas en el trasero desnudo, y al responder a los militares con su lenguaje soez, les meten excremento en la boca. Cuentan también que doña Felipa y otras chicheras habían huido cruzando el puente del Pachachaca, donde dejaron a una mula degollada, con cuyas tripas cerraron el paso atándola a los postes.

Ernesto conoce a la amiga de la enamorada de Ántero, se llamaba Salvina y nota que se parecía mucho a Clorinda, una jovencita del pueblo de Saisa, de quien en su niñez se había enamorado y de la que jamás volvió a saber. Pero nota que Alcira tiene las pantorrillas muy anchas y eso le desagrada.

Ernesto  al ir a una chichería oye que Felipa estaba muerta.

Ernesto retorna a la ciudad y ya al atardecer regresa al colegio donde se entera que al día siguiente partiría Añuco hacia el Cuzco.

CAPÍTULO X: YAWAR MAYU
Ya muy de noche vienen a recoger al Añuco, y todos lo despiden; el Añuco regala sus «daños» o canicas rojas al Palacitos. Todos se sienten conmovidos. Al día siguiente van todos a ver la retreta en la plaza. La banda militar la conforman reclutados que tocan instrumentos musicales de metal.

CAPÍTULO XI: LOS COLONOS
Los guardias que fueron en persecución de doña Felipa no logran capturarla. Poco después los militares se retiran de la ciudad y la Guardia Civil ocupa el cuartel. Ernesto no entiende a muchas señoritas de la ciudad, quienes se habían deslumbrado con los oficiales y lloraban su partida. Se decía que algunas habían sido deshonradas «voluntariamente» por algunos oficiales.

En el colegio, Ernesto discute con algunos de sus compañeros porque estos empiezan a hablar de las chicas como si fueran trofeos de conquista, jactándose que cada uno tenía ya dos enamoradas al mismo tiempo. Aparece el Padre Augusto y ante él Ernesto trata de devolver a Ántero su zumbayllu, pero Ántero no lo acepta pues se trataba de un regalo. El Padre les pide que resuelvan entre ellos su problema. Desde entonces Ántero y Gerardo no volvieron a hablar con Ernesto. Éste entierra el zumbayllu en el patio interior del colegio, sintiendo profundamente el cambio de Ántero, a quien compara con una bestia repugnante.

Los alumnos comentan el rumor de que la peste de tifo causaba estragos en Ninabamba, la hacienda más pobre cercana a Abancay, y que podía llegar a la ciudad. A la mañana siguiente Ernesto se levanta con un presentimiento y va corriendo a la habitación de la opa:    la encuentra ya agonizante y llena de piojos. Muy cerca la cocinera lloraba. El Padre Augusto ingresa de pronto y ordena severamente a Ernesto que se retire. El cuerpo de la opa es cubierto con una manta y sacado del colegio.

A Ernesto lo encierran en una habitación, temiendo que se hubiera contaminado con los piojos, transmisores del tifo. Le lavan la cabeza con creso pero luego le revisan el cabello y no le encuentran ningún piojo. El Padre le comunica que suspendería las clases por un mes y que le dejaría volver donde su papá. Pero debía permanecer todavía un día encerrado. Todos los alumnos se retiran, sin poder despedirse de Ernesto, a excepción del Palacitos, quien se acerca a su habitación y por debajo de la puerta le deja una nota de despedida y dos monedas de oro «para su viaje o para su entierro».

El portero Abraham y la cocinera también presentan síntomas de la enfermedad. Abraham regresa para morir a su pueblo, y la cocinera fallece en el hospital. El Padre al fin decide soltar a Ernesto, al tener ya el permiso de su papá de enviarlo donde su tío Manuel Jesús, «el Viejo».

A Ernesto le desagrada al principio la idea pero al saber que en las haciendas del Viejo, situadas en la parte alta del Apurímac, laboraban cientos de colonos indios, decide partir cuanto antes.

Libre al fin y ya en la calle, Ernesto decide ir primero a la hacienda Patibamba, la más cercana a Abancay, para ver a los colonos. Al cruzar la ciudad, la encuentra solitaria y con todos los negocios cerrados.

Ya en la salida de la ciudad se topa con una familia que huía con todos sus enseres. Se entera que pronto la ciudad sería invadida por miles de colonos (peones indios de las haciendas) contagiados de la peste, los cuales venían a exigir que el Padre les oficiara una misa grande para que las almas de los muertos no penaran.

Ernesto vuelve entonces al colegio, dando el mensaje al Padre para que haga una misa, esa noche duerme en el colegio. Al día siguiente se levanta temprano y parte, esta vez ya definitivamente, de la ciudad. Se da tiempo de dejar una nota de despedida en la puerta de la casa de Salvinia, junto con un lirio. Cruza el puente del Pachachaca y contempla las aguas que purifican al llevarse los cadáveres a la selva, el país de los muertos, tal como debieron arrastrar el cuerpo del Lleras. Así concluye el relato.

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